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Los estudios antropológicos de la violencia han tendido a mostrar un sesgo hacia las víctimas de la violencia en lugar de los perpetradores de la violencia, estudiando a estos últimos fundamentalmente a través de métodos pasivos. Aunque existen un número de razones válidas que explican la resistencia de los antropólogos a estudiar la violencia por medio de la observación participante, se puede argumentar que esta postura es fundamentalmente limitadora, en la medida en que el punto fuerte del método antropológico de la observación participante consiste en la participación activa del investigador/a en el proceso que se está estudiando. El tema central de este artículo explora en qué grado es necesario para los antropólogos que estudian la violencia desde la perspectiva de los perpetradores de la misma el “hacer del peligro una vocación” por medio de su relación con sujetos violentos para poder comprender propiamente el fenómeno. El tema es analizado a través de la descripción y consideración de las experiencias del autor al ser iniciado en una pandilla juvenil en una ciudad de Nicaragua, experiencias que plantean una serie de cuestiones sobre la naturaleza de la práctica de la investigación etnográfica en general y de la violencia en particular.
Enlace: https://doi.org/10.46381/reic.v2i0.12
Derechos: https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/
Enlace: https://doi.org/10.46381/reic.v2i0.12
Derechos: https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/