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Desde que Alec Jeffreys dio a conocer la huella genética, el ADN se ha convertido en una herramienta imprescindible para los investigadores del crimen. Su poder para la identificación se fundamenta en la seguridad de que el ADN de cada persona procede indudablemente de sus progenitores, siendo único e irrepetible. Sin embargo la naturaleza puede generar alteraciones que parecen contradecir esos preceptos, conduciendo a error a los expertos forenses. El quimerismo es un buen ejemplo. Asimismo las transfusiones, trasplantes de órganos así como las técnicas aplicadas en reproducción humana asistida, son capaces de generar unos resultados genéticos difíciles de interpretar por un forense. En el presente trabajo se dedica a revisar cómo estos procedimientos se han convertido involuntariamente en una posible fuente de error para investigadores del crimen.
Enlace: https://www.uv.es/gicf/4A1_Castello_GICF_12.pdf
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