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Diseño y evaluación de la efectividad de una nueva modalidad de entrevista policial para detectar mentiras
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<blockquote data-quote="Admin" data-source="post: 581" data-attributes="member: 1"><p style="text-align: justify">La detección de mentiras ha interesado a la humanidad a lo largo de la historia; también a los científicos, pues hay ámbitos en los que la detección de la mentira es muy importante. Tal es el caso, por ejemplo, de los contextos policiales, en los cuales se debe determinar si un sospechoso miente o dice la verdad al negar su implicación en un delito (por ej., Masip, Garrido, Herrero, Antón y Alonso, 2006). Tradicionalmente, la investigación en detección de mentiras ha asumido que, al mentir, el ser humano muestra espontáneamente indicios conductuales delatores de la mentira. La creencia de que hay señales comportamentales que revelan engaño ha estado presente no solo entre gente común de todo el mundo (Global Deception Research Team, 2006) sino también entre los científicos, que han pasado varias décadas tratando de identificar indicadores de comportamiento válidos para el engaño. En definitiva, desde esta perspectiva tradicional, todo lo que el detector debería hacer es examinar la conducta del emisor de la comunicación y estar atento a su comportamiento, ya que si está mintiendo esto acabará mostrándose inevitablemente en su conducta. Sin embargo, detectar la mentira es una tarea compleja. Durante la última década se han publicado una serie de meta-análisis que resumen la investigación que ha venido haciéndose en detección de mentiras durante los últimos cuarenta años. Los resultados constatan que apenas existen indicadores conductuales de la mentira. Toda esta evidencia ha llevado a la conclusión de que la investigación sobre indicadores verbales y no verbales de la mentira está en una vía muerta y que es necesario un cambio de orientación. Este cambio se ha basado en la idea de que el camino para aumentar la precisión de la detección no es entrenar a las personas a atender a ciertas claves conductuales, sino emplear estrategias para incrementar las diferencias conductuales entre mentiras y verdades (véase Hartwig y Bond, 2011). Si las diferencias conductuales entre verdades y mentiras son pequeñas, hay que hacer algo para magnificarlas y que sean claramente visibles mediante nuevas estrategias activas de entrevista (Vrij y Granhag, 2012; Vrij, Granhag y Porter, 2010). Estas deben fundamentarse en modelos teóricos sólidos y coherentes de base cognitiva (Blandón-Gitlin, Fenn, Masip y Yoo, 2014; Blandón-Gitlin, López, Masip y Fenn, 2017; Sporer, 2016; Walczyk, Igou, Dixon y Tcholakian, 2013). A diferencia de la perspectiva tradicional, ya no se espera que el emisor muestre indicadores de mentira de manera espontánea, ni que al receptor le sea suficiente con prestar atención a la conducta del emisor. Por el contrario, el receptor debe adoptar un papel activo, debe hacer algo para que las señales conductuales de la mentira se manifiesten. Esto ha hecho que se produzca un giro en la investigación sobre la detección del engaño. Se ha pasado de la noción de un observador pasivo a un entrevistador activo, de la tradicional perspectiva consistente en observar la conducta del emisor de la comunicación al mentir y al decir la verdad para detectar posibles diferencias, a una postura activa tomada por un entrevistador que, estratégicamente, crea ciertas condiciones durante la entrevista que puedan generar o magnificar diferencias conductuales entre verdades y mentiras. Esto supone un importante cambio de orientación cuyo objetivo final es proporcionar a las fuerzas de orden público herramientas de detección de mentiras que se utilizarán al interrogar a sospechosos de delitos (Vrij y Fisher, 2016; Vrij y Granhag, 2012; Vrij, Granhag y Porter, 2010). Esta investigación tuvo como propósito diseñar y someter a prueba un nuevo procedimiento de entrevista policial para detectar mentiras a partir de las inconsistencias entre entrevistas repetidas del mismo individuo y de respuestas evasivas. Dicho procedimiento de entrevista se integra dentro de las nuevas corrientes en detección de mentiras, que se orientan hacia modalidades de entrevista que incrementen las diferencias observables entre personas sinceras y mentirosas.</p> <p style="text-align: justify"></p> <p style="text-align: justify">Enlace: <a href="https://gredos.usal.es/handle/10366/145532" target="_blank">https://gredos.usal.es/handle/10366/145532</a></p> <p style="text-align: justify"></p> <p style="text-align: justify">Derechos: <a href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/" target="_blank">http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Admin, post: 581, member: 1"] [JUSTIFY]La detección de mentiras ha interesado a la humanidad a lo largo de la historia; también a los científicos, pues hay ámbitos en los que la detección de la mentira es muy importante. Tal es el caso, por ejemplo, de los contextos policiales, en los cuales se debe determinar si un sospechoso miente o dice la verdad al negar su implicación en un delito (por ej., Masip, Garrido, Herrero, Antón y Alonso, 2006). Tradicionalmente, la investigación en detección de mentiras ha asumido que, al mentir, el ser humano muestra espontáneamente indicios conductuales delatores de la mentira. La creencia de que hay señales comportamentales que revelan engaño ha estado presente no solo entre gente común de todo el mundo (Global Deception Research Team, 2006) sino también entre los científicos, que han pasado varias décadas tratando de identificar indicadores de comportamiento válidos para el engaño. En definitiva, desde esta perspectiva tradicional, todo lo que el detector debería hacer es examinar la conducta del emisor de la comunicación y estar atento a su comportamiento, ya que si está mintiendo esto acabará mostrándose inevitablemente en su conducta. Sin embargo, detectar la mentira es una tarea compleja. Durante la última década se han publicado una serie de meta-análisis que resumen la investigación que ha venido haciéndose en detección de mentiras durante los últimos cuarenta años. Los resultados constatan que apenas existen indicadores conductuales de la mentira. Toda esta evidencia ha llevado a la conclusión de que la investigación sobre indicadores verbales y no verbales de la mentira está en una vía muerta y que es necesario un cambio de orientación. Este cambio se ha basado en la idea de que el camino para aumentar la precisión de la detección no es entrenar a las personas a atender a ciertas claves conductuales, sino emplear estrategias para incrementar las diferencias conductuales entre mentiras y verdades (véase Hartwig y Bond, 2011). Si las diferencias conductuales entre verdades y mentiras son pequeñas, hay que hacer algo para magnificarlas y que sean claramente visibles mediante nuevas estrategias activas de entrevista (Vrij y Granhag, 2012; Vrij, Granhag y Porter, 2010). Estas deben fundamentarse en modelos teóricos sólidos y coherentes de base cognitiva (Blandón-Gitlin, Fenn, Masip y Yoo, 2014; Blandón-Gitlin, López, Masip y Fenn, 2017; Sporer, 2016; Walczyk, Igou, Dixon y Tcholakian, 2013). A diferencia de la perspectiva tradicional, ya no se espera que el emisor muestre indicadores de mentira de manera espontánea, ni que al receptor le sea suficiente con prestar atención a la conducta del emisor. Por el contrario, el receptor debe adoptar un papel activo, debe hacer algo para que las señales conductuales de la mentira se manifiesten. Esto ha hecho que se produzca un giro en la investigación sobre la detección del engaño. Se ha pasado de la noción de un observador pasivo a un entrevistador activo, de la tradicional perspectiva consistente en observar la conducta del emisor de la comunicación al mentir y al decir la verdad para detectar posibles diferencias, a una postura activa tomada por un entrevistador que, estratégicamente, crea ciertas condiciones durante la entrevista que puedan generar o magnificar diferencias conductuales entre verdades y mentiras. Esto supone un importante cambio de orientación cuyo objetivo final es proporcionar a las fuerzas de orden público herramientas de detección de mentiras que se utilizarán al interrogar a sospechosos de delitos (Vrij y Fisher, 2016; Vrij y Granhag, 2012; Vrij, Granhag y Porter, 2010). Esta investigación tuvo como propósito diseñar y someter a prueba un nuevo procedimiento de entrevista policial para detectar mentiras a partir de las inconsistencias entre entrevistas repetidas del mismo individuo y de respuestas evasivas. Dicho procedimiento de entrevista se integra dentro de las nuevas corrientes en detección de mentiras, que se orientan hacia modalidades de entrevista que incrementen las diferencias observables entre personas sinceras y mentirosas. Enlace: [URL]https://gredos.usal.es/handle/10366/145532[/URL] Derechos: [URL]http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/[/URL][/JUSTIFY] [/QUOTE]
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